Foto tomada de "revistavivelatinoamericada.com"
Juan Rulfo
Nació el 16 de mayo de 1917 en Sayula, estado de Jalisco, México. Fue el tercero de los cinco hijos de Juan Nepomuceno Pérez Rulfo y María Vizcaino Arias. De una familia acomodada.
Ha Juan Rulfo le basto una novela y un libro de cuentos para ocupar un lugar de privilegio dentro de las letras hispanoamericanas. Fue creador de un universo rural inconfundible, donde plasma en sus narraciones no sólo las peculiaridades de la idiosincrasia mexicana, sino también el drama profundo que vivía en ese tiempo la condición humana. “El llano en llamas (1953), es un conjunto de diecisiete cuentos de tema rural que, en apariencia, continúan con la línea costumbrista que floreció en México durante las primeras décadas del siglo, trata entre otros asuntos, el problema de la tierra. No obstante, aunque el autor recrea tradiciones y modos de hablar de la gente de su tierra, la hondura de su prosa le da a cada uno de sus relatos una significación universal. A ello cabe agregar una serie de estilizaciones y audacias técnicas que lo alejan de los cauces narrativos tradicionales y le permiten pasar de lo real a lo fantástico con sorprendente naturalidad. El tono de estas historias es, en general, bastante sombrío y se desarrollan en medio de la desesperanza, la pobreza y la violencia. Estos rasgos se aprecian, sobre todo, en cuentos como Nos han dado la tierra, Luvina, El hombre y Macario.”
(“Juan Rulfo, Biografía y vidas”,2004,parr.1)
Luvina.
Este cuento fue el último escrito por Juan Rulfo, antes de Pedro Paramo, debido a esto se le ha atribuido un gran parecido e incluso la atmosfera en la que se desarrolla parece ser la misma.
“Dicen los de Luvina que de aquellas barrancas suben los sueños; pero yo lo único que vi subir fue el viento, en tremolina, como si allá abajo lo hubieran encañonado en tubos de carrizo”.
La desolación y la tristeza son las características de Luvina, de su gente y de su historia. Un lugar donde llueve poco o casi nada pero cuando hay tormentas dejan flotando ese lugar, en el cual nunca podrás ver un cielo azul y donde lo único que crece es el chicalote, que dura tan poco como la esperanza de su gente.
“Más vale la pena en el rostro que la mancha en el corazón”.
Miguel de Cervantes.
Y así es como se vivía en Luvina, aquél cerro destacado por su tamaño en los cerros del Sur, su gente sólo podía vivir con la tristeza que invadía sus rostros, los cuales parecía que nunca cambiarían. Tal vez la esperanza podría ser la Luna aun que traiga consigo sombras y viento en realidad lograba que sólo resaltara la figura del desconsuelo.
Nacemos con lágrimas, entre lágrimas transcurre nuestra vida y con lágrimas cerramos nuestro último día.
Ovidio.
Aquél pensamiento que se encargó de confirmar aquél hombre al contar su experiencia, donde hasta una iglesia se encontraba vacío, olvidado e invadido por murciélagos.
Sin duda son razones suficientes para vivir en la melancolía, en la tristeza de no tener nada, sólo un triste pueblo donde los hijos abandonan a sus padres y donde la muerte les da esperanza, de que algún día terminará su agonía.
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